Lo que Nicaragua decidió en 1979, fue recuperar su soberanía, sus medios de producción, su posibilidad, aún con maldición bíblica pecado-original de saciar el hambre con el sudor del trabajo, de poder dar un futuro mejor a aquellos que poco a poco ya se habían hastiado de ser literalmente hijos del maíz, de la tortilla y la sal. No obstante, esos cientos de millones que se han dejado de destinar a quienes lo producen, al pueblo trabajador, han demostrado un hecho que tiene que ser mencionado en este año más del natalicio del fundador del FSLN. El hecho de que la dignidad de un pequeño pueblo que nunca tuvo la grandeza de las civilizaciones antiguas, ni el redentor divino de los esclavos hebreos en Egipto, sigue intacta, sigue en pie. Sí, nuestra dignidad, a pesar del hambre y la pobreza que se observa en las calles, sigue intachable porque hemos pagado lo que dado el momento histórico consideramos justo realizar. La simple y nada ofensiva palabra de «Revolución». Esa palabra, que sin la profunda significancia histórica y humana que le dieron campesinos, mujeres, estudiantes y obreros, no nos hubiese liberado de la dialéctica histórica hegeliana del amo y el esclavo, de los intereses imperiales y neocoloniales en una de las zonas más pobres y más desiguales del mundo. Por eso, desde la dignidad, exijo a ese gran país que tiene la libertad por barras y por estrellas, que pague los 17,000 millones de dólares que su intervención militar y apoyo logístico en Nicaragua, causó. Siendo causa de la muerte de más de 38,000 personas y de la destrucción de hospitales, escuelas, puentes y redes eléctricas, más no de la dignidad que con cada dólar que devolvemos nos haremos más pobres, sí, pero orgullosos de esa pobreza, pues somos pobres pero de la noción de riqueza que ustedes han instaurado, no de la noción de riqueza que como sandinista y como hombre y mujer nuevos se debe construir. Ahora entiendo, por qué Mussolini le regaló un tanque a Somoza, por qué los israelíes le vendían las armas para que esas mismas armas fuesen descargadas sobre carne de inocentes. Todo eso lo hicieron, simplemente para borrar del imaginario esa llana palabra, que por alguna rebeldía providencial del abecedario formó lo que hoy conocemos como sandinista, y cuya dignidad sigue en pie y dispuesta para ser compartida y solidarizada con quién la desee para saldar su deuda con una humanidad cada vez más injusta y decadente. Gracias Comandante. Gracias por que a pesar que te hayan cortado las manos para llevarlas al pentágono, como también lo hicieron con el Che, «hoy, el amanecer dejó de ser una tentación.» Parafraseando a Neruda, gracias porque hemos aprendido que podrán cortar todas las manos, pero no detendrán que se cierren como puños. Canción

